Aranda de Duero

Diócesis de Burgos

SEMANA SANTA 2023 Y PASCUA DE RESURRECCIÓN

TRIDUO PASCUAL

 

 

 

JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR

 

El Señor se reúne con sus discípulos para celebrar la Pascua. En la cena hay un nuevo cordero, no el de los pastores, escogido del rebaño, sino aquel que predicaba Juan el Bautista: Cristo mismo es el que entrega su vida en el pan y el vino consagrado. Anticipa en palabras su sacrifico en la cruz.

Los apóstoles todavía no entienden lo que está sucediendo, solo cuando poco después reciban el Espíritu Santo en Pentecostés, entenderán las palabras de Jesús.

Nosotros al celebrar la Santa Misa, hacemos presente el sacrificio de Jesús en la Cruz y recibimos la gracia de su resurrección. La participación en la comunión es recibir a Jesús mismo que nos llena de ese amor inmenso que será el alimento de nuestras almas y nos convertirá en enviados a compartir con nuestros hermanos la gracia de la salvación. Estamos llamados a vivir como pueblo de Dios unidos por este Sacramento que instituyó Jesús el primer Jueves Santo en la Santa Cena. Que animados por el Espíritu Santo no dejemos de acercarnos a Cristo en la Eucaristía, cimiento seguro de nuestras vidas.

 

 

VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

 

Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12:13)

Jesucristo rey del universo asciende a su trono, no tiene corona de oro, ni cetro o espada, no hay un ejército inmenso que lo aclame. Asciende a los cielos abandonado por sus apóstoles; solo su Madre, el discípulo amado y un par de mujeres están al pie de la Cruz. Ahí a la vista de todos, como un criminal más, se manifiesta el rostro mismo de Dios. El Hijo en su pasión revela al Padre, y el amor absoluto de quien no reserva nada para salvarnos a todos, a los que le acogieron y a los que le despreciaron. Cristo en la cruz derrama agua y sangre desde su costado y derrama su propio Espíritu para transformar nuestro interior por completo, creando una nueva humanidad justificada por la Gracia, llamada a hacer presentes las Bienaventuranzas en el mundo. Señor que nunca nos alejemos de tu Cruz, y que como Tú animados por el Espíritu seamos capaces de entregar nuestra vida al servicio de la redención de nuestros hermanos.

 

 

VIGILIA PASCUAL Y DOMINGO DE RESURRECCIÓN

 

El sepulcro está vacío. En estas cuatro palabras se resume la sorpresa del octavo día, el día que todo fue hecho de nuevo.

La humanidad soportaba las cadenas del pecado y de la muerte. Parecía que el silencio de Dios en este Sábado Santo, condenaba a este profeta nazareno. Jesús desde su Cruz había puesto su Espíritu Divino en manos del Padre, y su vuelta al Padre suponía coger aliento antes del “Hágase” definitivo de la redención. Sus discípulos, mente y corazón cerrado, habían huido espantados y llenos de miedo. Solo María, siempre María esperaba, ella guardaba en su corazón la fe, la esperanza, y la seguridad de que volvería a abrazar a aquel que había concebido por obra del Espíritu Santo en aquel otro amanecer en Galilea...

Solo María, siempre María, era capaz de reunir a los apóstoles y a las mujeres e infundirles la calma y la serenidad necesaria para la espera. Y al fin, el silencio se rompe en silencio, Cristo abraza a María antes de anuncia a los discípulos y a todos nosotros, la Resurrección y la nueva vida. Señor concédenos el gozo de encontrarnos contigo Resucitado, contigo en la Eucaristía, contigo en el Reino para siempre.

 

 

 

 

 

 

PASCUA DE RESURRECCIÓN

 

 

 

 

CREER EN LA RESURRECCIÓN

 

En el Evangelio se puede constatar el miedo que los discípulos pasaron los días posteriores a la muerte de Jesús: siempre que se reunían cerraban las puertas a cal y canto. “Aquel mismo día, por la tarde, estaban los discípulos reunidos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos” (Jn 20,14).

 

Podemos pensar que los apóstoles habían encerrado toda la fuerza de Cristo entre cuatro paredes. La muerte del Maestro, sin duda fue la gran causante de tal estrangulamiento.

 

Pero, he aquí que la Resurrección tuvo el efecto contrario. Abren las puertas de par en par, se llenan de valentía y Cristo se les va haciendo presente poco a poco: en el principio del día, en la conversación en el camino, (Lc 24, 13-35) en la mesa compartida, (Lc, 24, 36-42) en el monte en medio de cualquier reunión.

 

Ante este cambio de 180 grados, vamos a preguntarnos hoy con sinceridad: ¿no hemos encerrado los cristianos a Cristo entre las cuatro paredes de nuestras iglesias, en las imágenes y en la cerrazón de nuestra propia vida? ¿No estaremos así terminando con lo más propio de su mensaje? Nos dice San Pablo en su carta a los Corintios: “Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe carece de sentido” (1ª, 15-17).

 

¿Qué debemos hacer? Claramente: reivindicar la vida, la luz, la esperanza, los amaneceres, las calles, las plazas, la alegría, el amor, la lucha por un nuevo mundo, en definitiva, CREER EN LA RESURRECCIÓN.

 

Nos sigue pasando como a aquellas mujeres que fueron al sepulcro en busca de Jesús y “dos con vestidos refulgentes les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí ha resucitado”. (Lc 24, 5-6).

 

NO VIVAMOS AMENAZADOS POR EL MIEDO Y LA DESESPERANZA, LOS QUE ESTAMOS LLAMADOS A ANUNCIAR LA VIDA, PORQUE… ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ANUNCIÉMOSLO CON ALEGRÍA!

 

 

“FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN”

 

 

 

 

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