Aranda de Duero

Diócesis de Burgos

 

HISTORIA DE LA PARROQUIA DE SAN JUAN DE LA VERA CRUZ

 

 

 

 

 

 

Durante los últimos meses se ha acometido una profunda remodelación de la parroquia de San Juan de la Vera Cruz para solventar problemas que tenía el edificio por el paso de los años. Entre otras obras se ha cambiado completamente el suelo por madera de pino noble, también se han raspado paredes y bóvedas, para poder aislar mejor el edificio de las humedades y dar un tono de color más acorde. Se ha optado por una iluminación que realza escudos, capillas laterales y otros elementos artísticos, y se han renovado algunos de los objetos muebles que eran de reciente factura y sin valor artístico.

Como aportación de mayor impacto desde la vía pública está el mural que ha hecho el artista arandino Nano Lázaro y que está dedicado al titular de la parroquia, San Juan Bautista, cuya imagen se puede ver en esta página. La iconografía es la habitual para identificar al Precursor: túnica basta de piel de animal, una vara con la inscripción de las palabras de los evangelios “Agnus Dei” (cordero de Dios), la capa roja que nos recuerda su condición de mártir y a sus pies el cordero. Nano ha querido dar al fondo una estética propia de mosaico para conectar el mural con la fachada antigua. Puede llamar la atención el santo al que está acogido esta iglesia porque hay otra en Aranda que tiene idéntica advocación. El motivo es que cuando en abril de 1966 se cierra al culto la centenaria parroquia de San Juan Bautista se decide darla continuidad en la antigua capilla del Colegio de la Vera Cruz. Tanto los archivos parroquiales como los sacerdotes pasan a la nueva iglesia. Desde 2004 la iglesia de San Juan es Museo de Arte Sacro. Inicialmente se hablaba que la parroquia seguía llamándose “San Juan Bautista” y como tal figuraba en toda la documentación. Con los años, y dado que eran muchos los arandinos que seguían conociendo esta iglesia, como “la de la Vera Cruz”, se acabó denominándola “San Juan de la Vera Cruz”.

De este recinto religioso destaca la fachada de entrada que no es más que el paramento interior de la antigua iglesia gótica de los franciscanos, con los escudos del fundador, don Pedro de Acuña y Avellaneda, obispo de Astorga, que murió en 1555 apenas empezadas las obras y que era originario de la villa de Aranda. La puerta de entrada de la iglesia es un arco con decoración floral. El interior de la iglesia es una nave clasicista de planta de cruz latina, fue trazado por Sebastián del Castillo en 1620. A ambos lados del altar vemos dos arcosolios funerarios con columnas estriadas y frontón partido, que fueron concebidos para acoger los restos del fundador y de sus padres. Tras la Desamortización se trasladan a esta iglesia fragmentos del retablo del Sancti Spiritus, seguramente por ser el único lugar donde se podía reubicar dicha obra al tener sus muros prácticamente vacíos. Sin embargo, el retablo no llegará nunca a montarse de nuevo quedando sus piezas diseminadas por el templo. En el altar mayor podemos contemplar tres relieves de gran calidad del entorno artístico de Juan de Juni, que representan la Anunciación, el Bautismo de Cristo y la Venida del Espíritu Santo. También hay un relieve del mismo retablo con un Descendimiento, una imagen de Santa Catalina de Alejandría, un gran crucifijo que preside el altar y diversas columnas. Igualmente se conservan dos tablas de grandes dimensiones que representan el martirio de Santa Catalina y una Sagrada Familia con San Joaquín y Santa Ana.

El Colegio fundado por el obispo Acuña está acogido a la advocación de la Vera Cruz. En la primera Constitución, redactada en 1623, se dice que “la Capilla y Colegio sita junto con el Convento del Señor San Francisco, que es la Casa que el Señor Obispo dejó para su fundación, y en la que los capellanes han de hacer su habitación, y celebrar los divinos oficios, se llame de la Santísima Veracruz, y su advocación tenga el mismo título y nombre, como el Señor Obispo mandó”. San Ambrosio de Milán, en su “Muerte de Teodosio”, asegura que fue Santa Elena, madre del emperador Constantino, quien halló la cruz de Cristo en el Gólgota en el año 326. Santa Elena dejó la mayor parte de la misma en Jerusalén, otra parte la envío a su hijo a Constantinopla y el resto la llevó consigo a Roma. Esta preciada reliquia se fue fragmentando desde épocas muy remotas. Cuenta San Cirilo de Jerusalén, en sus “Catequesis a los Iluminados” que “todo el orbe ya está repleto de las partecitas de ese leño de la cruz” y que “el madero de la cruz que ha sido distribuido en partículas por todo el mundo”. El culto a la Vera Cruz tiene como fiesta de oración y recuerdo la de la Exaltación de la Santa Cruz. Cualquiera de estos fragmentos era considerado como una de las más preciadas reliquias de la Cristiandad. Para destacar el carácter verdadero de un determinado fragmento de la cruz de Cristo (Lignum Crucis) se señalaba su autenticidad con la expresión latina “Veracruz” (Verdadera Cruz), de ahí el nombre que tiene esta iglesia. En la constitución 19 del Colegio de la Vera Cruz de Aranda, al hacerse referencia a las misas que ha de decir el capellán mayor en días solemnes se recoge, entre una de las tres de septiembre, el día de la “Exaltación de la Cruz”. Asimismo, en la Constitución 25, al mencionarse las noches en que se han de cantar Maitines, se menciona en el mes de septiembre seis días, entre ellos figura el de “La Exaltación de la Cruz”. El Colegio de la Vera Cruz celebraba como festividades propias el 16 de julio (Triunfo de la Cruz) y el 14 de septiembre (Exaltación de la Cruz). En Aranda de Duero coexistieron, al menos durante el siglo XVI y buena parte del XVII, dos cofradías con advocación parecida: la de la Santa Cruz y la de la Vera Cruz. A principios del siglo XV ya existía en Aranda una iglesia llamada de la Santa Cruz en la parte Este de la actual Plaza Mayor, aparece en el célebre plano de 1503. Probablemente ya se ubicaba en ese mismo lugar antes de la ampliación de la cerca de la muralla y de la creación de la llamada “Plaza Nueva”, que es la actual Plaza Mayor.

 

Máximo López Vilaboa

 

 

 

ANTECEDENTES

 

A mediados del siglo XVI, el ilustre arandino D. Pedro de Acuña y Avellaneda, Obispo de Astorga, es promovido a la sede episcopal de Salamanca. Mientras D. Pedro espera en Aranda el momento de tomar posesión de su nueva sede, el concejo le hace ver la necesidad del municipio de tener un colegio; quizás para dejar constancia de su memoria y celebrar su nombramiento, o quizás por no parecer menos que el Obispo Acosta, que había prometido el colegio y en su lugar estaba edificando el hospital de los Santos Reyes, decide fundarlo con el nombre de la “Vera Cruz".

 

El 14 de septiembre de 1555 muere en Aranda el Obispo, de forma repentina, sin haber llegado a tomar posesión del obispado de Salamanca y dejando las obras del colegio en sus cimientos, su cuerpo es depositado, de forma provisional, en la capilla que la familia tenía en la iglesia del convento de San Francisco, anexa a los terrenos donde iba a levantarse el colegio.

 

LA CAPILLA DEL COLEGIO

 

El maestro de cantería Sebastián del Castillo, con la colaboración de los canteros Simón Martínez y Juan de Laverde, y el maestro de carpintería Pedro Pérez, con la colaboración del carpintero Juan Ortega de San Román, ponen como fianza 12.000 ducados y otorgan escritura de contrato para hacer la capilla el 2 de abril de 1620.

 

Al construirse, la fachada que mira al sur, se adosa a la iglesia del convento de San Francisco, justamente en el punto donde se encuentra situada la capilla en la cual estaba enterrado el obispo D. Pedro de Acuña.

 

La fachada principal, que mira al oeste, es sencilla, posiblemente porque se abre al patio del colegio y no a la calle, su estilo se puede catalogar en los principios del barroco; dos columnas dóricas enmarcan el arco de la puerta y sustentan un frontón partido en dos en el que se apoyan tres escudos con los emblemas de los apellidos Acuña y Avellaneda, uno de los cuales se encuentra totalmente desfigurado.

 

La planta tiene forma de cruz griega; este trazado hace que su interior esté exento de pilares y que su contemplación resulte grandiosa para una capilla de colegio; los brazos que conforman la cruz no están terminados de desarrollar proporcionalmente con arreglo a la longitud de la nave principal; la bóveda es de medio cañón alojando las sencillas ventanas; el crucero, o intersección de las naves,tiene forma semiesférica.

 

El interior es tan austero como el exterior, el único motivo decorativo de la obra son los dos arcos solios funerarios que se encuentran situados en los paños del Evangelio y de la Epístola, ejecutados en obra de sillería y enfrentados el uno del otro, su estilo arquitectónico es una réplica, con pequeñas variantes, de la portada principal.

 

Aunque no se puede asegurar en qué año fueron terminadas las obras, la lápida que se colocó en el enterramiento provisional del obispo nos puede servir de guía: en ella pone: "De aquí fue mudado el Señor Obispo a su entierro al lado del Evangelio en 22 de octubre de 1648 año"; habían pasado noventa y tres años desde su muerte.

 

Como es lógico, cuando se termina la construcción de la capilla, a los 28 años de su comienzo, se efectúa el traslado a enterramiento definitivo, la que hace pensar que bajo dicho arco solio del Evangelio se encuentren sus restos a pesar de no tener inscripción alguna; el arco solio de la Epístola estaba destinado para el enterramiento de sus padres, D. Martin Vázquez de Acuña y Dña. Isabel de Avellaneda.

 

 

LA CAPILLA DE LOS ACUÑA DEL CONVENTO DE SAN FRANCISCO

 

En el año 1808 es incendiado el convento de San Francisco por los franceses a su paso por la villa; al quedar en ruinas, la capilla que ensambla las dos iglesias, y que es lo único que queda en pie, entra a formar parte de la Vera-Cruz; se ciega la puerta de entrada y en la pared que las une se abre un elevado arco de medio punto sobre el cual se encuentra el escudo del patrono mirando al altar mayor, aparte de haber otros ocho escudos de armas con los apellidos familiares diseminados por el interior.

 

La capilla que entra a formar parte del conjunto es de estilo gótico tardío, de principios del siglo XVI, con hermosa bóveda nervada; en uno de sus muros, un hueco rematado con moldura de piedra nos indica el lugar donde estuvo situado el retablo, hoy desaparecido; en el centro del suelo se encontraba la losa que situaba el enterramiento del Obispo, hoy desplazada de lugar para impedir que se pise y deterioreado; la puerta de entrada a esta capilla tenía su acceso desde la capilla mayor de la Iglesia del convento de San Francisco, fundado a finales del siglo XV por D. Martín Vázquez de Acuña, hermano del abuelo de D. Pedro de Acuña, y su esposa Dña. Constancia de Avellaneda, y se ha convertido en la actualidad como puerta principal de entrada a la parroquia; el arco de la embocadura es de estilo renacentista, en su primera época, decorado con casetones y motivos vegetales y florales, en su clave se encuentra el escudo de la familia, muy deteriorado.

 

Hay otros dos más, el uno de difícil visión, en el pilar que mira a la medianería del edificio contiguo, y el otro en el centro del paño, siendo muy curiosa su posición inclinada como sí se hubiera desprendido de uno de los laterales y quedase colgado de una sola argolla, labrada igualmente en la piedra; en la parte alta de esta fachada, que en su día fue muro interior de la iglesia de San Francisco, puede verse un hueco de ventana cegado que estuvo destinado a dar luz, posiblemente a la capilla mayor, que ocupaba todo el ancho de la calle, y en la parte baja se aprecian dos sencillos arcos igualmente cegados por piedra de sillería que pudieron ser enterramientos de la familia Vázquez-Avellaneda.

 

 

EL RETABLO DEL SANCTI SPIRITUS

 

En 1835, la desamortización va a dar lugar a que la capilla de la Vera-Cruz sea la destinataria del gran retablo mayor del convento dominico del Sancti Spiritus, por ser el único lugar donde puede trasladarse dicha obra al tener sus muros prácticamente vacíos, sin embargo, el retablo no llegará nunca a montarse de nuevo, primero porque sus dimensiones superan en altura y anchura al lienzo del altar mayor, y segundo porque no todas las piezas que lo componían son trasladadas, (posiblemente  porque fueron expoliadas con antelación), así que las que llegan se reparten buenamente por sus muros y el resto se encuentra actualmente en paradero desconocido o, quizás, perdidas para siempre.

 

El retablo es un encargo del Obispo de Osma, D. Pedro Álvarez de Acosta, para el hoy desaparecido convento, que había fundado en Aranda y había de servir como su mausoleo, bajo el título del Santi Spiritus, a quien estaba dedicado el retablo; sus autores se desconocen pero, como pista, nos puede servir el siguiente dato: el obispo encarga a Juan de Juni, Juan Picardo y Pedro Andrés el retablo mayor de la catedral de Osma firmando el contrato el 13 de marzo 1550 y terminándose el 18 de agosto de 1554.

 

No es descabellado pensar que estos artistas o gente de sus talleres intervinieran en la ejecución de ambos retablos ya que el altar mayor del convento del Sancti Spiritus es consagrado por el Obispo Acosta el 8 de abril de 1562; (Siete años separan las dos obras).

 

La descripción que del retablo hace a su paso por Aranda el gran viajero Antonio Ponz, licenciado en Bellas Artes, a finales del siglo XVIII en su obra "Viaje por España" tomo XII, nos sirve de referencia para saber como estaba montado: se componía de tres cuerpos o calles, sin contar el ático; en su calle central, sobre el desaparecido tebernáculo, aparecía el relieve de la Venida del Santo; sobre éste, el relieve de Jesucristo difunto o del Descendimiento y en lo alto un gran crucifijo; a cada lado de este cuerpo central se veían dos alas laterales divididas en tres órdenes superpuestas; en medio de la calle derecha había una escultura de la Anunciación, debajo una pintura de la Sagrada Familia, y encima otra de Santo Domingo ante un crucifijo (desaparecida); a su lado, en calles intermedias y superpuestas, las figuras de San Antonio (desaparecida), Santa Catalina, y San Pedro (desaparecida); en la calle izquierda y en medio, la escultura del Bautismo de Cristo, debajo una pintura de la Magdalena (desaparecida), y encima la pintura de una santa, el martirio de Santa Catalina de Alejandría; en la calle intermedia y superpuestas, las figuras de tres santos (desaparecidas). Las figuras de los cuatro evangelistas (desaparecidas), coronaban el retablo.

 

 

RELIEVES

 

Aunque como queda dicho, sus autores se desconocen, los cuatro bellísimos relieves que componían el retablo, y que han llegado hasta nuestros días parecen salidos de la misma mano que los de Osma; si comparamos la escena de la Anunciación, con la del retablo mayor de la catedral oxomense, veremos que la composición y la distribución de las figuras y los elementos que las acompañan son asombrosamente parecidas, en el relieve arandino es de admirar el ángel que parece flotar en el aire. Se tiene constancia escriturada que el relieve de la Anunciación de Osma salió de la gubia de Juan Picardo.

 

Como hemos venido diciendo, los relieves tienen como eje principal, el símbolo del Espíritu Santo a quien estaba dedicado el convento y naturalmente el retablo, las cuatro  escenas nos remiten a otros tantos episodios de los evangelios en los que la figura de la paloma, como representación del Espíritu Santo, tiene una presencia notoria, "la Anunciación", "el bautismo de Cristo", "la venida del Espíritu Santo o Pentecostés", (que era la tabla central del retablo).

 

Y "Jesucristo difunto o el descendimiento" en este último vemos que es la única tabla en la que no figura el Espíritu Santo, ello es debido a que la parte superior del relieve estaba totalmente perdida antes de su restauración por lo cual se desconoce si estaba o no incluida la paloma en él.

Los personajes masculinos de esta zona no son los originales, se colocan en la restauración, de ahí la diferencia de estilo y entonación.

 

 

 

PINTURA

 

De las cuatro tablas pintadas solamente han llegado dos, la Sagrada Familia, donde vemos a la Virgen, Santa Ana y el niño Jesús en primer término, y tras el sitial donde se sientan aparecen en segundo plano San José y San Joaquín; y el martirio de Santa Catalina, donde se ve a la santa arrodillada poco antes de ser decapitada mientras que un ángel, en lo alto, la ofrece la palma del martirio.

Se encuentran muy relacionadas con el velo de la Pasión de la catedral del Burgo de Osma y manifiestan un notable influjo de Berruguete; el manierismo romanista se hace presente en las escenas ligeramente tenebristas.

 

 

ESCULTURA

 

De las diez imágenes de bulto que componían el retablo, solamente se conserva una, Santa Catalina de Alejandría, talla de excelente calidad; su anatomía, el escorzo en que aparece el plegado de paños, la postura heroica del brazo derecho y los cabellos de la cabeza de Majencio que está a sus pies, son señales inconfundibles de Juan de Juni.

Puede sorprender la repetición tanto en pintura como escultura de Santa Catalina, pero el obispo Acosta tenía una especial devoción por esta santa, presente en todas las obras patrocinadas por él, incluyendo en su propio escudo la rueda dentada que la identifica.

En cuanto a la bella talla del crucificado, no está muy claro si es la que remataba el retablo, aunque su tamaño, algo mayor que el natural, pudiera indicarnos que está esculpido para verlo a bastante altura; es claramente romanista y de la escuela castellana y por sus características anatómicas y estéticas hay autores que lo atribuyen a Juan de Juni.

 

A partir de esta premisa sacaríamos la siguiente conclusión, el retablo del Sancti Spiritus, al igual que el oxomense, estaría realizado por Juan Picardo en los relieves, Berruguete o seguidores de él en las tablas pintadas y Juan de Juni en la escultura de bulto. Pedro Andrés pudo colaborar en la bella policromía que pone de manifiesto la finura y delicadeza de unos grandes artistas.

 

 

Rufino Criado Mambarilla

 

 

 

 

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